Un eléctrico sonido y un zumbido de ultratumba se intercalan para recordarme, tal y como yo les había pedido, que ya era hora de despertar. Salgo de la cama de un salto, y aún con paso dubitativo consigo llegar hasta el origen del soniquete. Con mi móvil en las manos es muy sencillo retornar a la realidad definitivamente; respondo algún mensaje de los más madrugadores de mis amigos y repaso la prensa. Momento para el desayuno, debo darme prisa, quedé con mi hermana para hablar por skype. La mañana va pasando con mi portátil en los muslos. Se acercaba la hora del almuerzo cuando el sonido de un mensaje desvía mi atención de la búsqueda de recetas para bacalao que acababa de comenzar. Por la melodía sé que no es un Whatsapp. Efectivamente, Facebook me informa que hoy es el cumpleaños de mi amigo Manu. Lo había olvidado completamente. Manu es totalmente "atecnológico", no tiene smartphone ni tablet, de hecho la cuenta de facebook se la había hecho yo. <<No sabe lo que se pierde>> pensé. Decido crear un grupo de Whatsapp para prepararle un sorpresa para esta tarde. Más de 20 personas ya le han felicitado en su tablón, y eso que no eran ni las 12. Fui repartiendo agradecimientos desde su cuenta mientras pensaba que regalarle... No conseguía que se me ocurriera nada y parecía que Internet no podía ayudarme a encontrar el regalo perfecto.
Veía otro capitulo de mi serie favorita mientras degustaba mi bacalao tal y como lo hace Arguiñano en su página web. Consulto el tiempo para esta tarde... 60% de posibilidad de lluvia, llevaré mi abrigo. Me esperan 40 minutos de tedio en el metro, afortunadamente tengo la posibilidad de asesinar unos cuantos zombies como entretenimiento. Pronto me aburro de ese repetitivo jueguillo, y cuando estaba mentalizandome para pasar de acabar con muertos vivientes a tratar de unir caramelos descubro que tan solo me queda un 2% de batería en mi móvil. ¡¡Que desastre!! había quedado con todos en el Retiro en media hora, pero es enorme. ¿Cómo me encontraría con todos ellos? Aún me quedaban un par de paradas, pero no puedo esperar, debo bajarme ya para informar del desastre a mis amigos. Desafortunadamente mi teléfono se quedó absolutamente sin energías, (al igual que yo) después de subir las escaleras mecánicas a toda velocidad en mi desesperada búsqueda de cobertura. ¿Qué iba a hacer ahora? Todos me esperaban, como podría comunicarme con ellos... Que desastre de fiesta sorpresa.
Llevo 6 meses en Madrid, a penas me conozco sus calles. Eran solo dos paradas, no quiero perder más dinero hoy. Si tuviera a mano el Google Maps... llegaría enseguida. Resignado pregunté a una muchacha que pasaba por la calle. Le hizo gracia mi acento y accedió a acompañarme, le pillaba de camino. Fue una pena tener que separarme de ella. Había llegado a aquel majestuoso parque, ¿Y ahora? Una musiquilla sonaba en la distancia, sin rumbo, decidí seguir el rastro de aquel armónico canto. Embelesado alcancé por fin a mi Amelín particular. Su música no se parecía a la que yo solía escuchar, y sin embargo me resultaba muy familiar. La curiosidad me podía ¿Qué canción era? sería tan fácil si aún conservara algo de electricidad en mi móvil, pondría el Shazam y averiguaría al instante que canción era. "Manuel, Manuel, Manuel"- cantó aquel hombre. Y como respondiendo a su llamada, apareció mi amigo a mi espalda. Había llegado una hora antes de lo acordado. -Precioso, ¿verdad?- Me dijo con la más ancha de sus sonrisas. Le pregunté por el autor, pero me obligó a trasladarle mi dilema al músico. Me costó una moneda saber que estaba cantando "Te recuerdo Amanda". Recordé mis viajes en coche a la playa con mi padre y su disco de Víctor Jara.
Manu pagó un par de monedas más a cambio de otra canción de Víctor Jara. Hacía calor. Me quité mi abrigo. Ambos nos sentamos en un banco cercano. Cerré los ojos. Hacía años que no escuchaba esas canciones. Notaba los últimos rayos del día en mi cara, y una leve brisa. Jamás había sentido tan cerca el mar en Madrid como en aquel momento. Entonces recordé lo solo que debería sentirse Manu. Pensé en todas aquellas felicitaciones y quise mostrárselas. Saque mi móvil. Tonto de mí. Manu solo pudo reírse -Bravo, al fin apagas ese dichoso aparato-.
Hoy no podría inmortalizar nuestro encuentro con un selfie, ni tampoco ver algún vídeo gracioso, no resolveríamos nuestras dudas en Google y sin embargo sabía que aquel momento había sido insuperable.
A mi vuelta a casa no me apetecía cargar el móvil pero mañana debía ir a la universidad y necesitaba ser despertado (aunque fuera por aquel eléctrico sonido acompañado del zumbido de ultratumba). Tras encender el teléfono, éste se bloqueó durante un par de segundos: 358 mensajes de 17 conversaciones, 8 llamadas perdidas y 9 SMS. Me tocó a mi bloquearme. Entonces comprendí a Manu, apagué mi móvil y decidí que sería el Sol quien me despertase mañana.
Siempre vienen bien amigos como Manuel que nos demuestren que el uso del teléfono, en ocasiones, no nos deja disfrutar de lo que estamos viviendo. En http://fueradelaguarida.blogspot.com.es/ tenemos una reflexión relacionada con el uso excesivo de los móviles.
ResponderEliminarInquietante historia. Hay que levantar la vista del móvil de vez en cuando para recordar que existe vida más allá, y personas con las que compartir más que un grupo de WhatsApp y unas meras felicitaciones a través de redes sociales, pero sin apenas sentimiento. Buena entrada.
ResponderEliminarMuy poética esta entrada, que pena que me da la sensación que de alguna manera se contradice de alguna forma con tu primera entrada en la que presentas las nuevas tecnologías como la salvación a nuestro problemas imaginarios al menos. Me gusta mucho tu amigo Manuel, creo que yo era el "Manuel" de mi grupo no hace mucho. Sin embargo, he cambiado de bando. La vida lejos de la familia y la independencia como persona joven me obligaron a atarme a un Smartphone y a su continuo tintineo de Whatsapp. A veces, echo de menos aquellos días en los que nadie sabía mi paradero y no tenía la obligación absoluta de publicar cada paso que daba.
ResponderEliminarAun se puede disfrutar del sol aunque sea en Madrid, no hace falta que se quede sin batería lo puedes apagar tu mismo.
Yo también añoro muchísimo el mar, casi tanto como a la persona que más añoro.
Gracias por tu relato.
Yo también tengo un blog sobre nuevas tecnologías. Visítanos! infobytenntt.blogspot.com.es
Todo tiene un lado positivo y negativo y no por ello son contradictorios. Con mi anterior entrada buscaba poner de manifiesto lo complicado que resulta encontrar a veces única y exactamente lo que uno busca en internet, al final siempre te acabas enredando en esa gran red, y casi que es por eso por lo que a veces no está mal ser un poquito más Manuel. La vida puede ser maravillosa.
EliminarNecesitamos más gente como Manuel en estos momentos. Tenemos mucho que aprender de estos ermitaños del siglo XXI
ResponderEliminarUna historia inspiradora. En ocasiones las tecnologías provocan que no hagamos caso ni a nuestros seres queridos. Sustituimos de alguna forma nuestras relaciones sociales cara a cara por aquellas que se llevan a cabo a través del mundo virtual. Es cierto que muchas veces es mejor olvidarnos de los aparatos electrónicos y centrarnos en nuestra realidad, la material.
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